La forma cruel de un año gris

En este 2020 publicamos cuatro libros. También podemos decir que hicimos cuatro libros. Digamos que tres de esos cuatro libros fueron comisiones, votos de confianza y gestos de amor hacia esta casa editorial. Publicamos la historia de Púa, la niña bruja, escrita por Violeta Olarte Rebellón; Púa la niña que se rebela contra el matoneo y la palurdez, la niña que sueña con pájaros astrales y teje complicidades misteriosas con sus voces, con sus trinos. El autor Pablo Concha nos comisionó un libro de relatos de terror que mereció una beca para publicaciones otorgada por la ciudad de Cali, y José Hoyos Bucheli, autor caucano, nos entregó la primera de una serie de novelas que se adentran por espirales de sueños, pesadillas y visiones sobre el porvenir de las disputas por la tierra, la posesión y el deseo inherente al poder.  Y uno de estos cuatro libros, del que hablaremos en esta carta, salió de nuestras entrañas, de nuestro fuego, de nuestra cantera.

Para decir todo esto hay que pensar en tres oscilaciones y un tiempo. Un solo tiempo. Este tiempo solo es nuestro año 2020. La primera oscilación ocurre entre dos verbos: hacer y publicar. Mientras un murciélago estornudaba sobre el rostro acalorado de un turista hipertenso en algún lugar de Asia, nosotros acudimos a los amigos editoriales para preguntarles: ¿hacemos libros o publicamos libros? 

Apenas comenzaba el 2020.

En nuestra declaración fundacional optamos por el verbo hacer: Hacemos libros en un mundo de tiranos. El camino del hacer al publicar se nos antoja vital como es vital cualquier motivación loca para derivar y ensayar. Para moverse. Ya sabemos que no todo lo que haces tendrá que ser publicado, pero algo, algún gesto, entre tantos, será también de otros. Y para otros. Será lanzado al espacio. Será dispuesto en el espacio. Entre un verbo y otro habrá un camino y por ahí mismo el vaivén de los pasos. El vaivén es una manifestación oscilatoria. Lo del hacer se concentra en las manos, si bien hablamos de pasos. Las manos buscan a tientas (como decía Kafka) en la oscuridad donde lo no dicho es dolor, herida, humillación. Las manos encuentran las palabras, que son como el fuego robado a los sátrapas. Después vienen los trazos. Los vectores o los garabatos. Hacer público un libro es situarlo entre las constelaciones; entre las curvas, las diagonales, los remolinos siderales, los rugidos volcánicos. Entre destellos. Las palabras devienen letras, que hacen de huellas. A esto llamamos pasos, con las manos, con los pies. A esto llamémosle hacer y publicar. Podría ser un baile (otro vaivén, otra oscilación). Hacemos y publicamos. Y entre un verbo y otro está el tiempo-lugar donde se conjuran silencio, acorde, fatiga, y finalmente una satisfacción digna de toda sospecha.

La solemnidad y la soledad del poder

La solemnidad y la soledad del poder

El problema con el tiempo solo es que se muere quieto, mudo, desvanecido. Se rompe. Es el tiempo de las pestes y los confinamientos, uno solo, día absoluto o noche abismal sin fondo. Hacer un libro es moverse, darse a una secuencia de mareas que van y vienen sobre lo visto, entre el eco del error y la meditación apenas murmurada. Hacer público un libro en medio de una pandemia: salir a campo abierto bajo la tempestad. Aquí la oscilación del barco atormentado es crucial. Se mantiene a flote o se hunde. El rayo que golpea en la crisma hace relucir, en esa paradoja mortal, la vida de un libro. Este libro, La forma cruel de una nube gris, nos sacó a flote. Este relámpago fugaz y hermoso escrito por Daniella Torres y Nathalia Ríos, y editado por María Juliana Soto. 

Cubierta de “La forma cruel de una nube gris” (Torres, Ríos. 2020)

Cubierta de “La forma cruel de una nube gris” (Torres, Ríos. 2020)

Hay que decir que el asedio pandémico es real y es metafórico y todo pasa al tiempo: la inmovilidad de unos es la fatalidad de otros. No moverse es morirse y moverse entre disparos es morirse. En las calles rotas y solas, los que pelean por la vida mueren de sed o mueren acribillados por el desprecio. Matan a unos niños en un cañaduzal, matan a los que disienten, matan a los que hacen guardias nocturnas. Han matado así durante muchos años y ahora matan cuando el tiempo está roto, como decía Rulfo sobre ese tiempo espectral de Comala. El mismo tiempo roto acá en Macondo, por supuesto. Sentimos que estamos a punto de estallar entre el dogma científico y el pesimismo visceral. Las noticias son lamentables y los reportes de los laboratorios son glaciales. Todo el que puede escribir medio párrafo se siente cronista de un año que no avanza. O que avanza hacia la nada. Los memes, las nuevas gestas mordaces y filosóficas, mueren y resucitan entre nuestros planes aplazados y nuestra artrosis emocional. Así, entre la posibilidad del estallido y la inevitable languidez de los cuerpos confinados, publicamos La forma cruel de una nube gris, y este libro inauguró el camino de una colección de narrativa escrita por mujeres, la colección Virginia. El gesto femenino en estas narrativas está envuelto en esos destellos furiosos y rabiosos que nos salvan del naufragio. Nos moviliza. Es una caricia electrizante. 

Sueño de una noche de verano, de William Shakespeare.

Sueño de una noche de verano, de William Shakespeare.

La tercera oscilación se la debemos a la Hermia de William Shakespeare. Es la fuga hacia el deseo. Nuestra fuga. El vaivén nos inclina a una fuga con el deseo editorial. La pobre Hermia de Sueño de una noche de verano, que se da por voluntad propia al destierro (metáfora o triste verdad), se va de la vida de los hombres con tal de no ser propiedad de uno solo, uno por lo demás indeseable. Al otro, al amado, al deseado, lo pierde en esa disyuntiva amañada que le imponen su padre Egeo y el afamado duque Teseo. Pierde el cuerpo del amado pero no pierde su imagen deseada. Prefiere morirse en vida que ser una esclava. Aquí parece sellada la disyuntiva, pero faltan aún dos gestos, dos destellos en esta complejidad poética. Hermia se va a lo otro, a la sombra, a la muerte, al descrédito de la rebeldía, llevándose el ardor inagotable del deseo que siente por su amado Lisandro. Es algo que nada ni nadie puede arrebatarle. Prefiere “entonar cánticos desmayados a la fría y árida luna” que ser vendida a un zoquete. Prefiere “abrazar para siempre en el altar de Diana la vida solitaria y austera” 

Otra escena de “Sueño de una noche de verano”.

Otra escena de “Sueño de una noche de verano”.

El vaivén cesa. El relámpago cae sobre el señorío y libera a la joven rebelde. Se va con su deseo. Entre tanto, alegando en medio de las cenizas y la escoria quedan los señores (el padre, el pretendiente y el afamado sabio) que acorralan al amado Leandro. Entonces Demetrio, despreciado, le pide al escogido entrar en razón: cede, le dice, renuncia a tu loca pretensión y reconoce mi derecho sobre ella. Leandro, ya sin nada que perder, empuña con gracia el puñal de la ironía: tienes el favor de tu suegro, le dice...Cásate con él. A mí me puedes dejar el amor de ella. La última oscilación es cómica, como esta obra de Shakespeare. Es irse, huir con el chiste, con el deseo.

La cabeza de la Gorgona-Medusa dibujada por Juliana López, de Cuántika Studio

La cabeza de la Gorgona-Medusa dibujada por Juliana López, de Cuántika Studio

Nuestro deseo de hacer libros escapa un poco al dogma del mercado editorial y escapa otro tanto al frenesí cultural que se exacerbó con el encierro y la desesperanza. Hacer libros en un mundo de tiranos es tomar el puñal con gracia. Burlarse de lo peor estando sumidos en lo peor. O, como decíamos con Cuántika Studio cuando presentamos el rediseño de nuestra identidad visual: hacer libros en un mundo de tiranos es pelear contra toda tiranía valiéndonos de eso que resulta inesperado bajo el asedio de lo monstruoso: la belleza. Por eso la cabeza cercenada de la Medusa en nuestros sellos. Porque es un trofeo que resulta del gesto bravo de Perseo–la decapitación–y del cuidado que le prodiga una vez vencedor: la cuida para que no se dañe, la envuelve entre hojitas para que la aspereza del mundo no la dañe. 

Así vamos.

Gracias por comprar ( y leer) libros en un mundo de tiranos. 

Hasta pronto.

Sic Semper Tyrannis Editores