Declaración de amor ( y, y, y)


Como grupo editorial, como pandilla editorial, compartimos un amor por hacer libros. Nos compasionamos. Nos derretimos juntos. Nos partimos el lomo juntos.
Yo sé que antes de este amor ya existe el amor por la sola existencia de los libros, por culpa de las personas que nos enseñaron (o nos provocaron) a sentir amor por los libros, un amor sin límites, descarriado y vertiginoso, a veces demasiado solitario o extravagante.
Amor en todo caso: nunca saciado, nunca agotado en su rareza.

Esta declaración de amor tiene nuestros nombres, que no son nuestras firmas. Son huellas, mejor.
Esta declaración no es un compromiso. Es un relato que se va por las ramas.

Hacer libros es hacer un pacto de pasión con los lectores y con los otros actores que hacen posible que un libro circule por el mundo y llegue a tus manos, a tu regazo o a tu corazón.
Ese pacto es el relato, o el camino por el que van y vienen nuestras ideas respecto al hacer los libros que hacemos y soñamos:

¿quién pegó las hojas de estos libros?
¿quién cosió los folios o los cuadernillos?
¿quién cargó las cajas llenas de copias de tu primer poemario?
¿quién firmó–sin leerla–un acta en la que se certificaba que cumpliste con tu parte en el mundo editorial?

¿quién lloró cuando vio tu nombre en las portadas diseñadas por Juliana y Sebastián?

¿Quién vio el libro en una estantería y no pudo comprarlo?

¿Quién se ha robado uno de nuestros libros?

¿Quién, como Nicolás, habrá pensado en un libro impreso en una tela y plegado como las telas en los almacenes del centro?

¿quién habrá leído muchas veces el nombre de nuestro sello editorial y se habrá reído porque hoy en día nadie quiere ponerles esos nombres tan largos y tan enredados a nada?

¿Quién, como Daniela Prado, nos habrá preguntado si este hacer libros nos permitía estar juntos, cooperar, ayudarnos, o si al final era un trabajo ingrato en el que sentíamos agobio, vértigo, a veces fatiga?

La situación actual nos ha permitido pensar (que no obligado) a muchas voces, sobre el presente y quizás el futuro de este empeño (que no capricho) en el hacer libros.

Con Nicolás, por ejemplo, empezamos a esbozar preguntas sobre el sentido de ese hacer: ¿hacer por hacerlos? ¿hacerlos por el solo amor al arte de hacerlos? ¿hacerlos para asir o abarcar algo más que nos falta? ¿hacerlos por su estatus sagrado de objetos? ¿hacerlos porque los objetos llenan vacíos? ¿ hacerlos para que el horizonte vital de los nuestros, los humanos, los idos, los perdidos, los soñados, no se disuelva bajo la aurora blanca del olvido y la indiferencia? ¿hacerlos por terquedad, porque sí, porque nos gusta pensar que hacer libros es una forma de torear el afán de productividad y de lucro?

Y hay más preguntas.

Y todas empezarían con una "Y", porque cada una de esas preguntas se conecta con la siguiente y con la anterior. Porque cada pregunta sobre el hacer libros es una pregunta por nuestro lugar en la vida.

Los chicos de Cuántika nos han preguntado por nuestras ideas de negocio, y a veces esas preguntas nos aterrizan, nos bajan de las nubes, o nos sitúan en un campo concreto: ¿será un pecado pretender vivir de esto? ¿será un problema pretender vivir de un hacer que tiene reveses, lagunas, estancias en el ocio y en el frenetismo? Lo concreto tiene que ver con el valor, en este caso, y no con la cuantía (de libros hechos o de libros vendidos). El valor del trabajo como el valor del tiempo, y el tiempo (que no es nada pero nos rige) como el cuerpo extendido en los meses y en los años, el cuerpo dispuesto, entregado, sacrificado para bien. Para ustedes. Para ti que no me conoces.

Vivo agradecido por esas preguntas, y las quiero recordar hoy porque hace unos días nos empezamos a intercambiar mensajes con María Juliana, Daniella y Nicolás a propósito de un comentario-post que hizo Carolina Sanín, jugando a imaginar el escenario por venir respecto a lo digital y a la industria editorial.

Voy a aprovechar esas palabras, esos impulsos, para ir escribiendo en su compañía, a manera de tejido, las ideas, las dudas y los silencios que hemos ido acumulando en estos meses respecto al hacer y al publicar libros.

Me gustaría decir, para terminar esta divagación, que cuando pienso en los libros que hacemos, pienso en un ejercicio-ritual secreto con el que conjuramos la tiranía (acaso la ausencia de palabras y relatos) y nos mantenemos a flote entre naufragios. Pienso que lo que hacemos cuando publicamos libros es tejer palabras (gestos, sueños, temores) entre autores, y esas palabras son cuerpo biológico, cuerpo histórico y, por qué no, cuerpo sideral.

Es cierto que cada firma, cada diseño, cada proyecto, es singular y receloso de su belleza y sus abismos, pero nosotros, el grupo editorial, queremos decirles que hay una red de conjunciones que nos puede permitir vivir de esto–como cada quien defina y asuma ese vivir– Y por eso tenemos muchas preguntas, que ahora mismo imagino como muchas conjunciones, así: "y...y...y".

Esta idea es de Bifo (Franco Berardi) y también es de los rizomáticos Deleuze y Guattari, y de otros que han pensado en los sistemas, en los núcleos que se mueven, en los ramajes y en las formas de imaginar (y entender, a partir de patrones cotidianos), la vida.

Estas "y, y, y" también son, así, las ramas de un árbol. Si uno las pone así:

y

y y
y

Esta idea de las "Y" como ramas es de Bruno Munari, y aparece en uno de sus textos sobre la metodología vital del diseño , un libro que se titula “Disegnare un albero” (en italiano, disegnare es dibujar. Munari piensa en dibujar un árbol a punta de letras Y, pero lo que hace es metaforizar el diseño como proyecto vital).

Esta es una forma de acudir al esquema vital de concatenación-conjunción: se teje y se realiza un encuentro, una articulación. Es algo que duele y alegra. Algo que se siente en el cuerpo y en algún lugar extraño de la mente y el corazón.
Y no es, del todo, una conexión. Allí estará el detalle que habremos de explorar: que no se trata de conectarnos (como nos conectamos hoy en día). Se trata de hacer conjunción: de escribir entre cuerpos, silencios, sombras y tedios. Entre espasmos y huidas. Se trata de hacer la vida con la paciencia del árbol que hace sus ramas y se alza sobre la tierra, donde han sabido encontrarse muy bien (como en un pacto) la vida y la muerte.

Nos hablamos pronto, por ahí, con la primera entrega de "y...y...y"

Miguel.